San Juan de la Cruz aparece en la historia de la Iglesia como un testigo silencioso de la alegría verdadera. Místico de hondura insondable y clásico de nuestras letras, fue llamado con razón «el más poeta de los santos y el más santo de los poetas». Hoy celebramos su fiesta en el contexto del tercer domingo de Adviento, cuando la Iglesia nos invita a la alegría porque el Señor está cerca. Y nadie como él supo expresar, con la vida y con la palabra, qué significa esa cercanía.

Su existencia estuvo marcada por dificultades de todo tipo. Conoció el hambre y la persecución; descendió a la noche más oscura en la cárcel de Toledo. Allí, en lo más hondo de la noche, descubrió una presencia amiga, interior y fiel, más cercana que el propio aliento. Allí aprendió que la fuente del gozo no depende de las circunstancias, sino del Amado, que habita dentro de nosotros.
Por eso, su espiritualidad (como sus versos) huele a bosque y a flores, sabe a mosto nuevo y suena a música callada. San Juan nos invita a atravesar la noche sin miedo, seguros de que puede ser más amable que la alborada si la cruzamos con Cristo. Nos enseña que la vida plena es una fiesta interior, “una primavera de libertad y anchura del espíritu”. Y hoy, en este domingo de “Gaudete”, su voz vuelve a decirnos: alégrate, no estás solo; el Señor está cerca, y dentro de ti canta un amor siempre nuevo. E.S.M.
